Estado de sitio, cortes de ruta y marchas contra la dictadura
La “mediación” iniciada en Honduras por el presidente de Costa Rica Oscar Arias, nació muerta. Para las fuerzas democráticas y populares el plan de Arias –probablemente elaborado a instancias del Departamento de Estado yanqui– entre representantes del derrocado presidente Manuel Zelaya y la dictadura oligárquica instaurada por Roberto Micheletti, era obviamente inaceptable, no sólo porque pretendía “mediar” con los golpistas que violaron brutal y burdamente hasta las recortadas libertades de la democracia burguesa, sino porque pretendía que Zelaya formara un “gobierno de unidad nacional” con los golpistas herederos de las dictaduras proyanquis que asolaron a la nación hondureña.
Al cierre de esta edición de hoy el lunes 20, crecía la tensión por el prometido retorno de Zelaya y por los preparativos militares de la dictadura para detenerlo y reprimir las seguras manifestaciones populares. También se organizaba el paro nacional programado por el Frente Nacional de Resistencia contra el Golpe de Estado para el jueves y viernes 23 y 24. Durante varios días de la semana anterior, distintas organizaciones sociales y sindicales realizaron bloqueos de rutas, puentes y aduanas en las fronteras con Guatemala, El Salvador y Nicaragua, en repudio a Micheletti y por el restitución de la presidencia a Manuel Zelaya.
Pese a la intimidación policial y la reinstalación del estado de sitio, fueron cortadas las rutas que unen a la capital Tegucigalpa con San Pedro Sula y con el sur del país, vías estratégicas para el transporte de productos y mercancías.
Los estudiantes mantenían tomada la Universidad Pedagógica Francisco Morazán, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y colegios secundarios.
Las marchas de rechazo al golpe del 28 de junio son diarias. Los sectores reformistas que apoyan a Zelaya quieren encarrilar al movimiento popular en el objetivo de desestabilizar al régimen golpista con cortes de ruta, toma de puentes, marchas y bloqueo de ciudades.
Pero la creciente represión y militarización del país por la dictadura puede empujar al pueblo hondureño a una insurrección democrática y antiimperialista generalizada, que desde ya mismo requiere la solidaridad activa de los pueblos latinoamericanos.
Al cierre de esta edición de hoy el lunes 20, crecía la tensión por el prometido retorno de Zelaya y por los preparativos militares de la dictadura para detenerlo y reprimir las seguras manifestaciones populares. También se organizaba el paro nacional programado por el Frente Nacional de Resistencia contra el Golpe de Estado para el jueves y viernes 23 y 24. Durante varios días de la semana anterior, distintas organizaciones sociales y sindicales realizaron bloqueos de rutas, puentes y aduanas en las fronteras con Guatemala, El Salvador y Nicaragua, en repudio a Micheletti y por el restitución de la presidencia a Manuel Zelaya.
Pese a la intimidación policial y la reinstalación del estado de sitio, fueron cortadas las rutas que unen a la capital Tegucigalpa con San Pedro Sula y con el sur del país, vías estratégicas para el transporte de productos y mercancías.
Los estudiantes mantenían tomada la Universidad Pedagógica Francisco Morazán, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y colegios secundarios.
Las marchas de rechazo al golpe del 28 de junio son diarias. Los sectores reformistas que apoyan a Zelaya quieren encarrilar al movimiento popular en el objetivo de desestabilizar al régimen golpista con cortes de ruta, toma de puentes, marchas y bloqueo de ciudades.
Pero la creciente represión y militarización del país por la dictadura puede empujar al pueblo hondureño a una insurrección democrática y antiimperialista generalizada, que desde ya mismo requiere la solidaridad activa de los pueblos latinoamericanos.
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